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DIARIO SUR

Una de terror

Podríamos inaugurar una sección nueva que se llame "Artista invitado" o algo así. De vez en cuando, alguien te manda algo que ha escrito que es realmente interesante y no tiene muy claro qué hacer con él. Estaría bien publicar algunas cosas de amigos o compañeros, que se preocupan por lo mismo que nosotros...

En este caso, como nuestro apartado de cine está algo muerto, permitid que deje aquí un artículo de un amigo que también podéis encontrar por los pasillos de Ciencias de la Comunicación.

"El gato cinéfilo

No me gustan los animales. Por una razón o por otra –sobre todo por la anterior: que no me gustan los animales- no he tenido nunca una mascota. Tampoco la echo en falta. Aun así, después de salir del cine el otro día, pensé en qué pasaría si tuviera una. La relación entre ambos acontecimientos la comprenderán en unas líneas.

Creo que, de tener un animal doméstico, se trataría de un gato. Son más inteligentes y antipáticos, o eso dicen. No creo que le pusiera ni Misifú ni ninguna de esas onomatopeyas calcadas a nombres que supongo que no hacen ni pizca de gracia a los inocentes destinatarios –la decisión suele ser unilateral-. Lo que sí me imagino es que mi gato sería un tremendo aficionado al cine, seguro que más que yo.

Y se preguntarán: ¿cómo sería posible que un animal, irracional como lo son todos, pudiera llegar a tener esa afición que nosotros consideramos tan compleja? Si examinamos los últimos éxitos de las carteleras, la profundidad de sus historias –caben excepciones, claro-, la estructura de la narración, los cambios frenéticos para llamar la atención, los tremendos ruidos, otras llamadas de atención…se nos marca un ritmo casi mecánico. Un animal como el gato, marcado enteramente por su instinto, sería perfectamente capaz de seguir los vaivenes de una película de terror –un susto, un amago, un susto más grande, explosión de banda sonora- sin llegar ni siquiera a perderse. Mi gato se lo pasaría en grande…las películas de miedo le apasionarían.

En la industria del cine americano, la búsqueda del beneficio y el interés de la audiencia permiten que una elaborada forma envuelva un producto cada vez más banal y defectuoso. Los rapidísimos cambios de plano, los saltos de sonido, los sustos, los desnudos,… nos van sacando de la razón y trasladándonos al reino de los instintos, en el que nos dejamos llevar simplemente por el mecanismo del estímulo-respuesta. La tecnología, en su magnífica expansión y posibilidades, ha aislado a la creatividad, a la intención de comunicar inherente a toda obra. Las películas son, ya y desde hace mucho tiempo, un producto de consumo destructivo, de las que rara vez se recuerda algo.

Después de ver la última película de terror ya no sé quién sería mascota de quien,…¿a que sí, Misifú? [...]"

Por Andrés Villena.

Y es que este artículo me recuerda mucho a algo que comentó Alex de la Iglesia en una de las mesas redondas del Festival de Málaga. Decía que King Kong daba miedo, porque aunque sabías que era mentira, de una u otra forma sabías que estaba allí presente, que era una maqueta, pero no dejaba de ser algo real. Ahora, en cambio, no nos dan miedo las películas porque somos completamente conscientes de que ninguno de esos monstruos está. Así que en vez de decir "qué miedo", decimos "qué bien hecho está".

Gracias, Andrés.

Laura V.

1 comentario

Cyrano -

Esa recurrente frase de "que bien hecho está", creo que se refiere a esa manía persecutoria de ciertos cinéfilos con respecto a los efectos digitales. Bueno... según el punto de vista, no?

Al ver la carga de los Rohírrim en "El retorno del rey", yo no pensé en "lo bien hecha" que estaba (con toda su parafernalia digital)... a mi se me pusieron los pelos de punta y el corazón en la boca... Pero vamos, que ésto no es nuevo. También renegaron de Galileo y Fleming por avanzar. Al fin y al cabo, los efectos digitales son eso, un avance.

A mi me inspiran compasión los digitalizados Smeagol y Dobby. ¿A ti no? Por cierto... hasta hoy no había caído: "que bien hechos están", ¿no te parece?

Otra cosa. Juraría que Tony Curtis no paseó por la estepa siberiana en Taras Bulba, lo hizo por un decorado hollywoodiense y nadie pensó que no estuviera allí. Ni nadie comento lo "bien hecho" que estaban dichos decorados.

En fin... que me puede dar el mismo miedo un montón de ceros y unos bien ordenados que un histriónico Robert Englund con cuchillas y sombrero. Todo esta en tu cabeza... siempre que esté "bien hecho", claro.